Ansiedad y alimentación

Como vimos en el artículo anterior, la ansiedad es una reacción fisiológica del organismo en el que participan varios mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada.
Se habla de 3 etapas en la respuesta a la ansiedad:
- Alarma: el cuerpo reconoce el estrés y se prepara para la acción, ya sea para agredir o para huir de un peligro. Las glándulas endocrinas liberan hormonas que aumentan los latidos del corazón y el ritmo respiratorio, dilatan las pupilas y hacen más lenta la digestión.
- Resistencia: el cuerpo repara cualquier daño causado por la reacción de alarma pero si la ansiedad continúa, el cuerpo permanece alerta y no puede reparar los daños.
- Agotamiento: si continúa la resistencia, el cuerpo entra en la fase de agotamiento, aquí se pueden producir las alteraciones por el estrés continuado.
Si llegamos a la fase de agotamiento podemos sufrir varias alteraciones alimenticias y de ahí llevarnos a problemas más graves relacionadas con la ansiedad y la alimentación, por ello es importante seguir estas recomendaciones.
La dieta varía en función de los síntomas. El cerebro debe estar bien alimentado, es un órgano que consume el 20% de energía que extraemos de los alimentos y su principal fuente energética son los hidratos de carbono (glucosa). Si el aporte es insuficiente, obtiene energía de las proteínas y grasa y no es conveniente porque puede producir alteraciones corporales.
Los nutrientes que interviene en la concentración, memoria, rendimiento intelectual y estado de ánimo son: vitaminas del grupo B, vitamina E, sales minerales, oligoelementos y ácidos grasos.
Para combatir algunos síntomas del estrés es mejor:
- Llevar una dieta equilibrada para no tener ningún déficit.
- Respetar los horarios de las comidas sin saltarse ninguno de un día para otro.
- Comer a horas regulares, para evitar descensos bruscos en el nivel de glucosa en sangre.
- Comenzar el día con un buen desayuno, para evita la hipoglucemia, que suele producirse a media mañana.
- Las cenas copiosas o la ingesta de grandes cantidades de líquidos antes de acostarse pueden alterar el sueño, lo recomendable es no tomar alimentos en las 2 ó 3 horas antes de acostarse.
- Hay que tener cuidado con las dietas desequilibradas de adelgazamiento, en las que se produce una menor ingesta de hidratos de carbono, vitaminas y sales minerales, nutrientes que participan en el buen funcionamiento del sistema nervioso.
- En caso de insomnio una infusión relajante o leche antes de acostarse ayudan a conciliar el sueño.