¿El amor, educa?

Muchos padres cuando vienen a consulta por un problema con sus hijos, vienen bastante agobiados, tristes y enfados con ellos. Tenemos que pensar que nuestros hijos sean muy pequeños, pre adolescentes o adolescentes consumados están aprendiendo cómo funciona el mundo en sus diferentes etapas. Tenemos que empatizar con ellos y saber que nosotros antes también fuimos niños y adolescentes pero aceptando que ellos hoy en día viven en otro contexto. Un contexto que cambia muy rápido, que tienen mucha información pero no siempre es correcta y que estamos creando una sociedad donde las autoexigencias hacen mucho daño pero nos negamos a abandonarlas. Ser niño implica que estás descubriendo el mundo y que quieres mucha atención de tus padres. Esto, a veces, se hace difícil, cuando los padres trabajan muchas horas y tienen más compromisos. Pero si hacemos un alto en el camino y pensamos que los niños solo serán niños una vez y que lo que aprendan y reciban es ahora o nunca nos puede hacer pensar porque hacen lo que hacen.
Los niños no se portan mal por naturaleza, ellos juegan y prueban que está bien y que está mal y ahí esta nuestro papel de enseñarle que está bien y que está mal. Y el modo de hacerlo es muy, muy importante. Aquí es donde la pregunta del inicio se puede responder y SÍ, amar educa y mucho. Educa en valores, educa en emociones, educa en empatía, educa en autoestima y educa en adultos fuertes y sanos emocionalmente.
Para este tipo de educación tenemos que pensar como queremos darla, que tipo de educación les queremos dar, que tipo de contexto tenemos y que tipo de rasgos tiene el niño y los padres.
¿Cómo se puede educar amando?
• Cultivando una paciencia continúa.
• Entendiendo, respetando y enseñándoles que emociones están teniendo y como sobrellevarlas.
• Dándoles mucha atención y esto no es comprándoles muchas cosas, esto es pasando tiempo de calidad con ellos
• Escucharlos.
• Ayudarlos, lo que para nosotros puede ser el problema más banal del mundo, para ellos puede ser la mayor catástrofe.
• Haciéndoles ver que existe otro punto de vista u otra manera de actuar.
• Enseñarles valores claros.
• Nunca mentirles.
• Respetar sus tiempos y dejarles hacer.
• Hablarles con cariño y amor. Nunca gritarles. Nunca faltarles el respeto ni insultarles.
• Pedirles disculpas si nosotros nos equivocamos, ellos tienen que aprender que su figura de referencia (nosotros) también se equivoca y que equivocarse es bueno.
• Ponerles límites. Un no, no es no quererlos, es quererlos mejor.
• No abusar de castigos y ver si son funcionales para conseguir lo que quiero.
• Enseñarles respeto y empatía.
• Y, sobre todo, quererlos mucho y demostrarlo mucho.